“La Biblia ha vuelto a palacio y nunca más volverá la Pachamama”. Esta es posiblemente la frase que mejor resume a la fracturada sociedad boliviana.
“Es lamentable el retroceso en materia de laicismo y tolerancia” sentenció, el día del derrocamiento de Morales, un intelectual de nuestro pago auto proclamado progresista.
Comparto plenamente la importancia de separar la religión del gobierno y adhiero al principio de laicidad de lo público como pilar de la libertad. Pero no todo lo que brilla es oro, ni todo lo que parece corresponde a la realidad. Y en Bolivia la Biblia y la Wiphala son justamente la evidencia de esa ausencia de laicidad.
Para muchos observadores externos que no conocen la compleja
sociedad boliviana, la inclusión de la Wiphala como un “símbolo de la patria” del
Estado plurinacional de Bolivia fue una conquista de la que deberían sentirse
orgullosos los pueblos originarios del país vecino. Lo cierto es que esta suposición está alejada de la
verdad.
La Wiphala es la bandera aymara, un pueblo que representa menos del 20% de la población boliviana. Según fuentes estadísticas el 28% de los
bolivianos son quechuas, 19% aymaras, 11% de otros grupos (guaraníes, guarayos,
chiriguanos, ayoreos, chiquitanos…), 30% son mestizos y 12% de origen foráneo.
Los aymaras, aproximadamente 1.200.000 personas, habitan actualmente
la región central del Departamento de La Paz. Los quechuas, que son mayoría,
habitan el norte de La Paz y los departamentos de Potosí, Cochabamba y Chuquisaca.
Los demás grupos originarios ocupan territorios de Santacruz y el Beni. Existen aymaras en
la región del Chapare, en Cochchabamba, y quechuas y aymaras en la zona
occidental de Santacruz.
Originalmente el altiplano boliviano estaba ocupado por los
aymara, un pueblo con una rica cultura y cuya religión se basaba en el culto a
la fecundidad de la tierra, representada por la Pachamama y el culto a los muertos
cuyos espíritus, Achcachilas, merodean y protegen sus poblaciones. El territorio era conocido en lengua incaica como
el Kollasuyo o terriotrio de los kolla, provenientes de Tihuanaco, una civilización
antigua desaparecida en el 1200 y cuyas ruinas fueron rescatadas bajo un monte
de tierra a mediados de 1.500.
Un siglo antes del descubrimiento de América se había
producido en el kollasuyo la gran invasión quechua o quichua, etnia proveniente
de la región conocida hoy como el Perú. Los historiadores no se ponen de
acuerdo si los Incas eran una etnia diferente que dominó a los quechuas, o eran
una casta dirigente surgida del mismo pueblo quechua, lo cierto es que el
idioma quecha es el idioma incaico y su divinidad el Inti o el dios sol.
Como resultado de la invasión, el kollasuyo se convirtió en
territorio incaico y los aymara quedaron sujetos a los quechuas, cien años
antes de la conquista española, pero, aunque se intentó una fusión cultural con
una especie de matrimonio entre sus divinidades, el Inti y la Pachamama, ambos
pueblos no se mezclaron y conservaron su cultura, sus símbolos y su rivalidad.
Casi al mismo tiempo que la dominación incaica, otros pueblos
avanzaron desde los llanos del oriente sobre el territorio kolla: los belicosos y sanguinarios ava, llamados guaraníes
en lengua quecha, que emergían del bosque atlántico por los tape aviru atraídos
por el “mba´e vera guasu” los metales trabajados por la cultura incaica. Y así fue como el territorio de la hoy Bolivia
quedó poblado por una gran diversidad étnica cuyo enfrentamiento beligerante
fue frenado pero no eliminado por la conquista hispana.
Cuando Morales llegó al poder, llevó la Wiphala, la bandera símbolo
de resistencia aymara, hasta el Palacio de Murilio y luego a la casa Grande del
Pueblo, la torre de cristal que el Evo construyó detrás del palacio quemado
para nueva sede del gobierno. Con la Wiphala llegó al palacio la Pachamama,
pero no llegó el Inti, ni llegó la bandea guaraya, roja, verde y estrellada. El Estado plurinacional gobernado por una
elite aliada con una minoría aymara, controló los ingresos del gas y del oro, y trató de
perpetuar en el poder al Evo. Y la rica diversidad cultural boliviana volvíó a perder la oportunidad de integrarse en una gran nación.
¿Porqué?
El proyecto de un gobierno indígena tuvo como ideólogo a un sociólogo amateur de formación marxista, profesor de la Universidad de San Andrés aunque sin titulo académico, cochabambino de origen hispano, llamado Álvaro García Linera, vicepresidente durante los tres periodos de Evo Morales a quien hoy acompaña en el exilio. García supo combinar las reivindicaciones del pueblo aymara con el sentimiento nacionalista anti-chileno de los bolivianos para llevar al poder a Evo Morales después de casi tres años de conflictos. Desde la vicepresidencia, apoyó muy hábilmente la negociación para la permanencia de las empresas internacionales en la explotación del gas, negociación que permitió al gobierno sostener por varios años una creciente burocracia clientelar, dejando la agroindustria en manos de las cooperativas de Santacruz y permitiendo que la brecha de empleo sea atendida por un 80% de economía informal (cuya composición se sospecha pero, al ser informal, no se conoce completamente).
El gobierno de Morales terminó con 8% de déficit fiscal y un
endeudamiento equivalente al 50% del PIB y coqueteando con China para atraer inversiones. Pero, la economía boliviana en
crecimiento podía haber permitido todavía la continuidad del MAS, el Movimiento al Socialismo, en el poder. ¿Por
qué, entonces, García forzó la teoría de un empate técnico cuando el
electorado dijo “no” a la reelección de
Evo y porqué apoyó declarar inconstitucional el artículo 169 de la Constitución
con el argumento de que atentaba contra el derecho humano?
Cuando observamos la correlación numérica entre los pueblos
originarios de Bolivia podemos entender más fácilmente que la búsqueda de un delfín
podría haber llevado al surgimiento de un líder no tan dócil como el Evo, que
no se sintiera identificado con la Wiphala ni con la Pachamama. Y, sobre todo,
que ya no quisiera cargar con el Álvaro como vicepresidente.
Y así fue como este experimento de dictadura indigenista de
izquierda terminó resquebrajando aún más a Bolivia. Los fundadores del Movimiento al Socialismo que llevó a Evo al poder, hace tiempo que están fuera
del Gobierno: Román Loayza, Lino Villca y Dionisio Núñez, el ideólogo Filemón Escobar
y el indigenista socialista Félix Patzi, todos abandonaron a Morales. Y a pesar de esa pérdida de apoyo, la dupla García-Morales
seguía aferrada al poder. La resistencia cívica no parecería ser suficiente para
frenar la tiranía, hasta que apareció un personaje aparentemente apolítico que, con la biblia
en la mano, apeló a la conciencia cristiana de la población boliviana y desplazó
del palacio a la Pachamama. El quiebre institucional que empezó con el
desconocimiento del Plebiscito por Morales terminó de concretarse con su salida
y el vacío de poder que produjo.
Ojalá el pueblo de Bolivia encuentre el camino para construir una integración cultural, económica y política sostenible que le permita transitar hacia el progreso. Con un estado verdaderamente laico, incluyente y democrático.
Será justo.
Ojalá el pueblo de Bolivia encuentre el camino para construir una integración cultural, económica y política sostenible que le permita transitar hacia el progreso. Con un estado verdaderamente laico, incluyente y democrático.
Será justo.
Ella Duarte